Cuando era pequeña, algunas veces cuando estaba en el pueblo y sentía que estaba lejos de casa, apartada del bullicio y de las luces, alejada de los ruidos, y de la gente, cuando me sentía sola y “en paz” recuerdo que me gustaba (y me sigue gustando) tumbarme de espaldas y mirar a las estrellas, la luna, recuerdo que me preguntaba qué había ahí arriba, me sentía pequeña, casi insignificante entre tanta belleza, entre tantos destellos de luz…
Mi imaginación volaba imaginaba visualizaba extraterrestres y otros mundos, a veces veía personitas verdes con orejas puntiagudas y me preguntaba si estábamos solos entre tanto espacio y, si tal vez había en otro lugar otras personas que al igual que yo también miraba al cielo.
Aún tengo esa sensación a veces, esa sensación que es una mezcla entre escalofrío y vértigo…cuando reflexiono y tomó conciencia de que solo soy una diminuta parte de un todo que es infinitamente mas grande que yo y, que había muchísimas preguntas para las cuales no tendré jamás respuesta ni la mas mínima idea.
Me cuesta trabajo creer que no exista una persona que no se sienta sobrecogido por el cielo.
Creo que en el fondo todos somos niños tirados en el césped, mirando a las estrellas y preguntándonos donde encajamos y, cuál es nuestro lugar en el mundo… No buscamos respuesta para rebajar la importancia de la naturaleza, las buscamos para saber cómo vivir la vida y como “encajar” en este alocado y sórdido mundo; buscamos respuestas para de alguna manera poder entendernos un poco más a nosotros mismos y a nuestros semejantes.